Atardecer en Madrid

No sé mirar al Madrid que atardece
porque llevo el corazón escondido y solo cuando lo muestro, tiemblo.

Allí donde se ponga el sol
no quedarán espacios
para los besos,

no tendrá lugar para sus banquitos olvidados
ni son estas familias que pasean
las que descifren los peldaños que suben al risco
cuando la luz cae.

Es este Madrid que nos devuelve su tragedia,
mi ciudad que vive de mundos atravesados
esa donde quiero ver la noche disolverse,

donde quiero ser paloma de placita desierta
mariposa nocturna
o ciego atrapado que se abra paso a bastonazos
y quizás arrebatado amante que dé tregua por los tejados
a los gatos.

Yo por eso,
hoy me marcho a la luna por este Madrid atardecido
con su ocre tobogán desmemoriado
y sus espejos de soledad
el sendero de asfalto devora-palabras.


Y que será éste, mi final espacio donde
tú, mi amor,
me recojas entre los brazos desguarecidos
tú, mi amor, sí,
para reconstruirme
para susurrarme:

Oh, infinito-horizonte.
Oh, ¡tú!, mi palacio.


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Versos apóstatas

Oh.
Son los brazos y manos y todas las carencias
de cuerpos y todas las muchedumbres
las que me señalan.

En el museo de mansedumbres paseo.
A veces miro detrás mío y solo escucho silencios por respuesta.
Cambio el amor que no me diste
un amor que supo a mar
un amor atragantado,
expirado.

Del tiempo que mira soy testigo.

Por eso te escribo versos apóstatas:
Que nadie lee
Que nadie recita
Que nadie reconoce.

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Vida (1973-2022)

Eso que tú me das…

Si vivir es un riesgo tomo por riesgo la vida
tomo lo que me da
y me quita
lo que no comprendo también
y lo admito, se parecen sus misterios cada vez más,

pero son las semanas vividas en tinieblas ¡tan hermosas!
perfumadas
cuando sale el sol
al doblar la esquina y me tropiezo con una sonrisa de cara amiga.

Vivir es magnífico
porque tiene fin y un sentido
que me recuerda los guiones desordenados
o los corazones que misteriosamente leemos entre entrañas expuestas al sol.

Ahora quiero reescribir mi cuento
ausentarme de la oficina
no quiero riscos ni odios ni batallas a muerte
no quiero títulos ni pilas bautismales
y si me dieran cuerda

les prometo, me borraría 2022-1973 años para reiniciar esta hermosa cuenta atrás.

Lo que me da la vida ella me quita
¡La vida larga, larga la vida!

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tweeblaarkanniedood #doshojasquenopuedenmorir

 

A propósito de aquel beso:

Hay historias contadas y señales de humo

que se divisan como

nubes con formas de meteoros.

Hay plantas en Namibia que viven mil años y

dicen los nativos del desierto

“que no pueden morir”.

Algunos científicos buscan en su ADN alguna verdad,

atisban sus secretos

y se sorprenden.

 

Pero la verdad y la inmortalidad del beso residen tan solo en el beso.

Y como la planta vive mil años

tampoco nosotros estaremos allá para descubrirlo:

los otros que vengan a contemplarla

y que sigan absortos por la belleza de sus hojas

los siguientes, asombrados

por sus tallos

entregados al ardor de su amor eterno,

vacilarán y se preguntarán qué fue de los otros ojos que

se vieron

reflejados,

y cuáles más habrán de ser los siguientes

y por qué aquel ser habrá de permanecer

aún

con sus hojas siemprevivas.

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Al tercer intento se bloqueará la cuenta #UcraniaBajoFuego

Me siento avergonzado porque sé que las palabras no serán ya suficientes para detener la invasión y la guerra. No lo son porque no evitarán ni un solo muerto ahora, ni una sola familia fracturada cruzando la frontera ucraniana, no disminuirán el terror del que no abandona la cola del pan mientras escucha la alarma del próximo ataque aéreo.

Me siento espectador cuando compulsivamente cambio de un canal a otro. Esto no es una canción folk, un poema, un cuento atormentado que debamos escribir. No ganaremos así la gloria.

Leemos libros que hablan de la libertad de los pueblos. Mientras, los tanques cruzan los lodazales y los misiles reducen a escombros las ciudades donde una semana antes jugaban los niños.
Pero veo también los jóvenes soldados rusos que viajan al frente en una larga caravana asesina. Seguramente sus abuelos defendieron esas mismas tierras y dejaron sus vidas por la misma libertad ucraniana que ellos, insensatos, ultrajan. Solo son unos simples mandados.
Algunos oligarcas tienen yates y chalets de lujo en Alicante. Me pregunto cómo suspiran por ellas en el frío invierno moscovita. Hay una tubería de gas natural que sigue alimentando Europa. Eslovaquia, Alemania, Finlandia… es la Espada de Damocles que encoge la arrogancia de una sostenibilidad energética… de saloncillo.
Hoy bombardearon una central nuclear. Putin quiere apostar fuerte en la liga del terror atómico. Me pregunto si esto le producirá algún tipo de placer o felicidad porque he escuchado que los psicópatas disfrutan en los precisos instantes de su singular rito y tortura.
Esperemos que si llega el momento le pase como al común de los mortales, que fallan en el tercer intento de introducir la contraseña nuclear y la cuenta se les bloquea… para siempre.

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La promesa

El día que te besé supe que nunca nos separaríamos
no cabría océano
ni cielo ni destino

ni desdicha o tiempo
capaz de irrumpir
y desmembrar nuestro abrazo;

no sería la la lluvia que nos golpease aquella tarde,
ni la distancia
ni las horas descontadas por llegar y la furia del sin-vivir;

no sería la indescifrable misión de nuestras vidas
sus millones de palabras escritas y lanzadas al aire
aquellas que fueron amantes de viejas guerras
al escribirse cartas
y conjurar con ellas su amor pétreo;

nada yo descontaría de aquella promesa
¡nada!,
ni un latido,
ni un murmullo, ni un hálito.

El día que te besé supe que jamás nos separaríamos.

The Promise by Michael Nyman (BSO The Piano)
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Santuario #alos48años

Tengo la tentación de quedarme por siempre a vivir en mi Santuario. Es un pequeño jardín con césped y otras plantas, silencioso y rodeado de muretes que impiden que nadie me moleste. Es un hermoso microcosmos, el tomillo y el orégano crecen en las lindes; alguna avispa me observa, los mirlos saltan y las hormigas incansables desfilan y muestran un tiempo que se destila lento y que tan solo se descubre por la sombra, cuando se desvanece al llegar el medio día y se hace preciso hacer una pausa antes de retornar al jardín más tarde, otra vez fresco, al atardecer.


Hoy cumpliré 48 años y cien años más cumpliría y mi curiosidad febril por lo que sucede fuera seguirá intacta. Ojos y corazón grandes. A bocados sueño e imagino un mundo que vibra bajo las teclas del ordenador, y mi mente viaja e interroga nuestra realidad.
Amo mi vida y este Santuario es mi escudo y mi espacio para organizar mi tiempo.


Fuera el calor brama, las multitudes muerden y la humanidad se deshumaniza o no, siempre por momento avanza o retrocede. Me encanta observar desde esta atalaya, el otero de mi lechuza, el apartado linde del camino, umbrío y hospitalario.


Hoy soy más fuerte aunque los años sumen. Lo llaman sabiduría, yo lo llamo emoción por ver abrirse las puertas y descubrir una realidad infinita, comprender lo muy pequeño y lo inasible por enorme, todo, todo interconectado, y participar de la fantasía de la vida que fluye, del instante perecedero que día a día y del que por momentos se nos escurre.


Así vivo.

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Camino #morethings

…There are more things in heaven and earth…

Shakespeare

El camino de mi destino contiene apartamentos
sin ventanas,
apartadas y gloriosas cárcavas con desfiladeros

dibujadas de cartulina,
hileras de hormigas que se masturban.

Y las banderas que hondean ufanos reinos de rey analfabeto
¡llega el tiempo…!, me gritan,
y la metamorfosis corrige mis muslos
los hace de sal y de piedra,

Diana atraviesa con su flecha mi corazón de cenizas:
Soy cazado y pasto del tiempo,
mis huesos arrojados
al olvido de los
Hombres.

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¡Tan primaverales!

Hay amores tan primaverales
que no cabrían en señal de tráfico alguna
no se referencian en los supermercados
ni sobreviven una larga cola de médico.

Lo son, porque
no hay vehículo que los detenga,
estantería que los almacene
o cirujano que nos precipite con su diagnóstico,

no son titular de pandemia
ni hay mal que los destruya
ni registro de arqueólogo
que los restituya del pasado sumergido,

son amores de luna lúcida
la misma a la que señalan los licántropos
la misma a la que maúllan los gatos encelados
mientras cabalgan en vespa y se cepillan
a doncellas encrespadas
a caballeros sudorosos,

son amores de primavera que se pegan a las sábanas
y nos impiden mirar el suelo,

porque lo son al admirar este firmamento sin arrepentirse,
al arrancar la clave del arco que nos sostiene

y nos dieron la vida,
como esa primera piedra que conformó la bóveda que nos guarece:

Fueron la navaja suiza de primavera.
Son del tiempo de las flores rojas.

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Yo encontré la horma de mi #destino

Yo encontré la horma a mi destino en un lugar más que imprevisible: un cementerio. No se confundan, no soy para nada un necrófilo, un tañedor de lamentos que disfruta dejando notitas escritas en las lápidas o un torpe descentrado que quiera ver en estos lugares algo más allá que el postrero lugar para el descanso de las almas. Y simplemente asistía al sepelio de mi mejor amigo. La muerte es triste, mucho más cuando se deja viuda y chicuelos jóvenes. Más, si ha querido venir sin otro previo aviso. Fue mi amigo un alma hermosa, fuerte como lo son los robles que se retuercen y pugnan al viento su lugar y su momento en la tierra. Fue mi amigo de esta guisa, un gran hombre bien plantado en su sitio, uno con agallas, que vivía con emoción y no le quitaban la sonrisa de la cara. Uno de los que triunfaban y causaban envidia sana y también las otras, las que te prodigan los enemigos.
¿Por qué le eligió la muerte a él? Yo hubiera sido un mejor candidato, de pensamientos apagados, si bien brillante en mis ideas, incapaz de darlas a valer. Nunca había sabido dejar huella. No porque no quisiera, que mil veces lo había intentado… pero casi nada había conseguido… salvo autocompadecerme y malgastar mi talento en aventuras que no me correspondían.
Pues yo encontré la horma a mi destino aquella tarde de abril, una tarde lánguida, cuando las sombras se entretejían y señalaban a los cipreses, y la gente se acurrucaba y se apretaba como queriendo conjurar aquel hoyo del difunto; su mujer sostenida por hermanos y sobrinos, y dos niños con sus caras hundidas sobre la falda negra.
-No hay consuelo posible-, pensaba. Podría el cura balbucir quimeras, podría argumentar o desargumentar sobre el misterio de aquella marcha. Que si la enfermedad no hace distingos, que si no somos nada. -Excusas-, me decía.
Solo casi al final, cuando la noche se nos echaba encima y abandonábamos el cementerio, y la viuda se había quedado un poco retrasada, recostada contra un murillo, llorando junto a los hijos y protegida, como si esto pudiera servirla para algo, por el mar de brazos de la familia, solo entonces, solo, comprendí como un fogonazo:
«Era lo dado y era lo justo. Mi amigo gozó y fue feliz. Escribió su historia hasta colmar su último aliento. Llorar, le lloraríamos con rabia, y estaría en nuestros recuerdos de manera perenne. Pero él había cumplido su cometido y los que permanecíamos en esta vida no teníamos otra misión sino ajustar las cuentas con nuestros respectivos destinos. Cuando llegase mi turno, quién sabe si para entonces me llorarían, pero lo más importante sería saber que si al irme, entre dolores, entre gritos, o quizás entre silencios amorosos, sería consciente de que habría hecho todo lo posible para redimir TODOS mis sueños. »

Escultura de Cipriano Folgueras. La Carriona. Avilés.

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