2020 es pura #Abundancia

Lo llaman la teoría de la abundancia. La economía lo hizo fatal, y se daría cuenta de eso una vez inaugurado el 2020, justo para encauzar su destino, porque se creía que había sido Adam Smith el que dijo que la carestía de un bien lo dotaba automáticamente de valor…y era, a fin de cuentas, una tontería.


Hasta aquel momento todo había funcionado así en su mente analítica y mecanizada, con esta máquina tonta del oro, del petróleo, hasta del amor, donde todo mantenía aquella obsesiva lógica de la escasez. Nacemos envidiando lo que no poseemos: por ello matamos, robamos, traicionamos. Vendemos nuestra alma, que se hace chiquita con los años, se desvanece y cuando nos queremos dar cuenta… nuestra vida se da por concluida. ¡Y todo por dinero!, por acumular, por ser lo que no se puede alcanzar, por joder al que tenemos más cerca y hacernos con sus posesiones. Por una yarda más de tierra en nuestro imperio.


Pero aquello era revolucionario: lo llamaban la teoría de la abundancia. Tan solo había que saber abrir los ojos y saber dar las gracias. Entender que la naturaleza lo ocupa todo. Que pasa un poco como con el agua, el sol y las montañas. Estuvieron allí y nosotros no representamos más que aquel pequeño devaneo.


La vida no es un mercado financiero, nadie liquida sus acciones con la contraparte que le pague menos, nadie atesora un bien con el evidente deseo de compartirlo generosamente.


¿O sí?


Cuando la vida es y se ve como pura abundancia…

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¡Seamos otro año más! #Notmywaybutours #Forwhatisaman

For what is a man, what has he got?
If not ourselves, then he has naught

 

Y ahora que todo está sucediendo y la vida se nos va un año, dos o diez

He de confesar que me confundo cien veces al día,

Y que antes de irme a la cama me equivoco

Y doy marcha atrás y retuerzo los sueños

Y me siento pesado y confuso

Y te hiero tantas veces

 

Pero lo hago sin maldad porque

Tal vez sea pequeño

Pero mi corazón es grande

 

Grande como un toro que cornea el firmamento

Y moja la luna con la sangre de la existencia

 

Y que te coge del brazo, lo menea y te dice

Que no habrá ni más días ni más noches

Cuando esto termine

 

Que las metas y los sueños aparcados serán polvo gris de firmamento

 

Y que si mis formas son horribles

Recojo mis tropiezos y barro los platos rotos

No podré sino apuntar al infinito y pedir que

Not my way… but ours, since the wind blows!

 

El hombre que firmó un trato y dio su palabra al viento

El hombre que cruza los arrabales y suspira con el ceño fruncido

El hombre que se hace viejo y confía en hacer de su camino el gran camino compartido,

El hombre que hoy cumple años:

Este hombre-mayor-niño

 

Este que hoy sopla otra vela y desea recuperar lo que  fue

pues siempre mantuvo dentro un mar de esperanzas

Y es que las prisas son tan malas

Que quiero que sepas

 

Que el no mirarte

No justifica mi cobardía

y porque tengo el corazón rebosando compasión

solo necesito encontrar la llave que me permita

Perdonarme.

 

 

 

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Ella tenía el corazón sistemáticamente roto #viejosamoresdeFHR

Ella tenía el corazón sistemáticamente roto. Había sido amarrada al fondo del océano y desde allí nos contemplaba con los ojos abiertos. Era una mujer ahogada en vida, y sin embargo yo aún la contemplaba con mis ojos de niño enamorado. Todavía guardo los poemas que le fabriqué en mi torpe adolescencia, los primeros versos que me nacieron a torrentes y que ella nunca leyó. Eso lo fue todo.

Hay momentos donde el tiempo se retuerce. No importa pero sobrevive una herida que llevas en la cara y que muchos confunden con esquirlas de una batalla que no fue. Era morena, delgada, qué sé yo… pero siempre quedarán un par de paseos por el río y quizás el saber que hubo un hilo tan sutil que se quedó adherido finalmente a nuestra niñez: son los restos que adoramos.

Sé que cuanto crecimos se lo debemos en parte a esos momentos. Ahora ella nos mira desde su tiempo sin tiempo, y conjuraría las fuerzas por saber que su felicidad tiene un destino. Y que la muerte se la llevará con su deseo realizado y que habrá podido finalmente reunirse con sus hijos.

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#Cautfield #Kafka #Toole #FHR_maldito

Lo mejor de ser escritor maldito era eso, que justamente la gente evitaba asociarte al éxito. Porque no iba contigo. Así evitabas mantener ese rollito tipo J.D. Caufield, eso de que te forraste con tu primera y única novela (el guardián del centeno) y ahora te has retirado y escribes únicamente por darte gusto. ¡Y una mierda! Es pura, mísera e infame impostura…

Aunque en realidad yo tampoco escribía. Esa era mi particular falsedad y esta vez conmigo mismo porque a nadie le importaba un bledo lo que me sucediera. Estaba demasiado ocupado trabajando, destruyendo mi vida, huyendo de mi vacuidad, de mi necesidad por adelantar el tiempo, por no pensar, por hundirme en el todo-nada. Me esforzaba de veras en ser hormiga y abandonar el camino del elefante.

He de decirles que es fácil malvender un imperio pero es complicado hacerlo rematadamente mal. Y aquí me tienen, clavado en el chiringuito de la playa, sirviendo atropelladamente a los turistas, siendo observado por un tropel de chicuelos que ven a un tipo calvo y gordinflón que no sabe ofrecerles ni un bocadillo de calamares en condiciones.

Lo que no saben es que soy un autor maldito. Que se jodan.

Mi nombre es FHR. Quise ser escritor pero todo fue rematadamente mal y ahora mi único fin es ver el sol desplazarse por el horizonte en un chiringuito.

Tengo miles de poemas incrustados en mi mente que redacto atropelladamente sobre las tetas de las turistas a quien no pienso ver más. Guardo diez novelas manuscritas y pienso atizarlas al fuego a las primeras de cambio. Converso a hurtadillas con J. K. Toole y le dedico mis oraciones perversas. Conjuro a Kafka para que retorne de los muertos y vengue su memoria.

Quiero ser un monje cartujo para que mi silencio sea impenetrable y finalice este oficio cruel insatisfecho.

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El canje de los 42 años #MungoJerry #wassigningmydead

En realidad quise decir que yo cumplía 42 tacos y eso, bueno, pues que ya no era un chaval para tontear y que no cabrían más motivos ni otras esperanzas o una segunda oportunidad en mi vida para… bueno… pues quise mirarla a los ojos, esos ojos tan profundos y negros, pozos para escapar del verano, pozos para vencerse, vengarse de la vida, huir, remontar un río y despeñarse. Era cierto todo esto, y créanme todo a un mismo tiempo. Entonces miré su vestido negro, breve y sensual, las transparencias, su escote, miré sus manos huesudas y albas, sus labios abiertos que mascullaban un “te espero” pero al reclinarme a su prolijo reclamo a duras penas pude terminar una frase porque no recuerdo otra cosa. Entonces se hizo el silencio salvo por un rumor, algo así como un golpeo de tambor, una oquedad en mi cabeza, como si hubiera una “otredad” que me empujara fuera de mí. Así sucedió mi muerte.
Todos tenemos mejores tiempos por llegar pero los míos terminaron aquel preciso día, llamémosle el canje de los 42 cuando mi vida finalizó de una puñetera vez. Nací en verano, fui cáncer, y en un tórrido e infernal día celebrando mi cumpleaños las espiché como si el soniquete de Mungo Jerry hubiera llegado a su fin. El corazón se me paró, e igualmente que perdí el amor, la vida se me arrancó a cuajo. Ella vino, quiero decir la puñetera parva y me enseñó que su corazón deseado no espera y supe que la mejor forma de alcanzarlo era haciendo el justo canje.
Caí sobre la acera, recuerdo las voces alrededor mío, recuerdo quizás el perfume de quienes luchaban por socorrer mi alma, las manos ansiosas que sobeteaban mi pecho, lo masajeaban y golpeaban a ritmo de Summer Time. No era soul, pop, rock ni nada que se le pareciese, no era el gorgoteo de la música, era el alucinado aterrizaje al más allá con su trasiego.
Cuando uno se muere ya nada importa. No hay más. Todos vamos a la tierra a podrirnos o somos incinerados y entonces formamos el eterno baile de los muertos, el baile de los que pronto se olvidan salvo por las fotografías, pero que si breve fueron nuestros recuerdos, en mi caso fueron 42 años, también fueron fatigosos para quienes nos soportaron y que ahora lloran con desconsuelo, el baile del pavo parvo.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, dona eis requiem.

 

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Jesús y Gandhi #noviolencia #FHR

Era de mirada tan humilde que se habría dejado partir el corazón por los adversarios sin oponer resistencia. No era una impostura. No era falta de asertividad. No era éste un afán “masoca” por adquirir protagonismo. No era un ser dominado por interés torticero alguno, por llevarse el gato al agua. Escuchaba, escuchaba, asentía y blandía una comprensión infinita, una paciencia de caimán, la vejez del loro que verá derrumbarse el cuerpo del amo que lo encadena, la insistencia de la tortuga por retornar a las mismas playas y dejar huevos fértiles.
-¿En qué se parecen Jesús y Gandhi?
Era su acertijo para nuestro encuentro. Jonás le sonrió. Abrió la bocaza, dejó resbalar cuatro frases absurdas, luego se dio por vencido. Bostezó. Por entonces éramos tres: FHR, Jonás y un servidor. Un trío calavera, un grupo conspirador, una célula durmiente de no-se-sabe-que-activismo-no-violento, aunque fundamentalmente él lo era todo de todo, puesto que Jonás y yo acompañábamos sus reflexiones como lo hacen los ceros a la izquierda de una cifra imaginaría. Tosí y dije cualquier chorrada, ya que era mi turno.
Él me sonrío, y dejó que me explayara a gusto, que extendiera mi argumentación “a piacere”, la matizase, la adornara, la construyese hasta dejarla hermosa e irrebatible. Jonás se atusó la calva, en sus ojillos arrastraba un encaje de burla.
Finalmente respiré bien hondo y comprendí la trampa. Fue que dije:
-Joder, ni puta idea…
Todos los reímos. FHR se recostó sobre nosotros, enarcó las cejas, para que por fin en un hilo de voz firme nos desvelara:
-Ambos usaron la misma estrategia: primero te ignoran, después se ríen de ti, luego te atacan, entonces ganas.

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FHR #noviolencia

Imagino que sus iniciales no les sonarán y son para el público referentes de un completo desconocido. Pero a mí sí, ya que coinciden accidentalmente con las de mi nombre: FHR. Pero se quedará tan solo en eso, pocas similitudes más existen con las coordenadas de mi vida y no las busquen ni las pretendan, aunque gracias a esta feliz coincidencia tuve el primer conocimiento de su existencia. Me he resistido a hablar de él hasta este momento, y bien que me ha pesado en mi ánimo y espíritu. He vivido obsesionado estos últimos años con sus andanzas, sus devaneos y aventuras. Cabe la sorpresa de ver como alguien como FHR haya permanecido ajeno al runrún de la opinión pública. Pero ahora tengo la explicación: es un líder hecho de otra pasta.
Sus andanzas han llenado plazas, han llenado polideportivos, han convocados marchas en las geografías del país, aunque nada, absolutamente nada de ello ha permeado en los medios de comunicación, sea cual fuere su cobertura o formato, lo mismo da. Resulta incomprensible, y seguramente frustrante, y sin embargo, nadie sabe por qué, FHR insiste una y otra vez en su voz. Gurú, Mesías o seguramente, loco, sus palabras viajan por el aire y si todos hablan de ellas, lo hacen siempre en cenáculos o contubernios privados. Están ahí sin figurar, sin resplandecer.
Son como el viento, y tal vez, como la nieve que si bien cubre y pinta las cumbres de resplandor blanco, llegado el deshielo desaparece, pero se infiltran entre las rocas y rellenan los acuíferos o resbalan por los arroyos hasta las grandes cuencas.
Quiero hablar ahora de las grandes palabras de FHR, y estas palabras nos hablan de la no violencia que transformará nuestras vidas.

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