El día que te besé supe que nunca nos separaríamos
no cabría océano
ni cielo ni destino
ni desdicha o tiempo
capaz de irrumpir
y desmembrar nuestro abrazo;
no sería la la lluvia que nos golpease aquella tarde,
ni la distancia
ni las horas descontadas por llegar y la furia del sin-vivir;
no sería la indescifrable misión de nuestras vidas
sus millones de palabras escritas y lanzadas al aire
aquellas que fueron amantes de viejas guerras
al escribirse cartas
y conjurar con ellas su amor pétreo;
nada yo descontaría de aquella promesa
¡nada!,
ni un latido,
ni un murmullo, ni un hálito.
El día que te besé supe que jamás nos separaríamos.