Una simple lección de la vida

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Cuando llegamos era tarde: el sol se ponía sobre las cumbres nevadas del puerto de los Ancares, y las torcedumbres de la carretera aterrizaban suavemente al valle, hostigado por la espesura y las bocas legendarias de los lobos.

En aquel tiempo, y de esto hace más de una década, todavía habitaba el último paisano del lugar una palloza. El edificio derrengado, hosco y feo, conservaba, no obstante, el indefinido inventario del remoto y torvo pasado de aquellas tierras. En la puerta, como siempre tenía por costumbre, acurrucado, descansaba el viejecito, arrugado, retozando los finales rayos de su existencia.

Pronto, en el bar, sorprendidos por la tardía llegada de nuestro grupo de expedicionarios campistas, nos dieron señal de la ubicación de su matusalén, aunque si bien, él hacia un buen rato que nos esperaba, quizás diríase, una eternidad.

Lo reconozco, señores, porque no entendí nada de la conversación con aquel viejo, puesto que utilizaba un singular idioma de encrucijada de tierras, mezcla de gallego, castellano y quien sabe si hasta de bable.

Fue un paseo largo, inabarcable a la memoria. Recorrimos juntos, muy lentamente, paso a paso el pueblito y entre los primeras candelas de la noche, aquel hombre, utilizando gestos simples y la profundidad de sus ojos, nos hizo ver porque las tierras no tienen dueños, ni líneas y las naciones las hacen los hombres con sus vidas a su uso y medida, generación tras generación. Como los costumbres vienen y van, los mundos-países se nos transforman. Es inexorable.

Aquel anciano fue el último de su estirpe, el postrero representante de un sueño caduco. Y a su lado, nosotros, los jóvenes discípulos dispuestos a aprender aquella simple lección de la vida.

Y a transmitirla.

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>Salvaje 2006!

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Feliz año nuevo,
estúpido malestar del vientre

somos pécoras sarnosas
rastrojos mendigos dolientes

hay cabañas asesinas
con muertos y crímenes luciferes

que nos enquistan los caminos
nos arrasan
nos magullan los dientes

Feliz año nuevo chico
pon en orden tu simiente

el que no llora no mama
y el que no sepa
a pedir paso-burra

a por otra,
que darán menos por más

y a ser valientes.

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>¡Caleidoscopio de Ideas!

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Lectores y amigos: al fin, alzamos el vuelo y os ofrecemos nuestro primer número de Caleidoscopio de Ideas.

Hacía cosa de medio año que nos juntamos para hacer realidad un sueño. En parte, éramos conocidos ya de tiempos lejanos, amigos de guerras pretéritas. Separados por nuestras obligaciones. Y otros nuevos: como los maestros, los mejores guías del medio donde habíamos empezado a bucear. Eso sí, todos emocionados.

Cuando publicamos nuestra editorial 0.1 ofrecimos la oportunidad de asistir al parto en directo de una publicación literaria. Teníamos nuestras serias dudas, y pronto se crearon las dos interesantes redacciones: una en Valladolid y la otra en Madrid. Al olor del café, las tapitas y las cañas, cuántas risas y cuántas ilusiones. Yo diría que hubo una etapa de reflexión, de donde salieron importantes refinamientos. Intercambiamos muchísimos correos electrónicos y tengo testigos que hubo unas cuantas horas de conversación telefónica.

Pasaron las semanas y llegaron los primeros vistantes de nuestros blogs personales: y nos alegramos.

Claro, claro, debía haber una línea editorial: por fin, un ideario, un marco que permitiera discernir las opiniones propias de cada autor y que parte componía la revista. Por eso decidimos que cada cual mantuviera su propio blog y que la revista naciera a partir de las aportaciones de cada uno de nosotros en un dominio propio e independiente.

Desde entonces hemos trabajado, quizás más para dentro que hacia fuera, con nuestros recursos limitados, con el ruido justo. Y aquí tenemos nuestro resultado: Caleidoscopio de Ideas.

Ahora sí, es tiempo que buceéis en la propuesta y si os seduce, os subscribáis a ella.

Lanzamos nuestra revista literaria aperiódica en el dominio www.caleidoscopiodeideas.com y por tanto, abandonamos el amable y amado blog de Google de caleidoscopiodeideas.blogspot.com.

Os esperamos. Os necesitamos. Y que os aproveche.

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Spanish Texas

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Un breve retazo de la novela en la que estoy trabajando. Os abro el corazón de uno de los protagonistas, que por el momento llamo Julián.

Sabrán que lo peor de los exploradores, de los veteranos de las cruentas guerras, de los guerreros y conquistadores glorificados de allende desconocidas tierras, siempre fue y había sido, claro está, su soledad. La soledad de Hernán Cortés, de Alvarado, de Cabeza de Vaca. El atril de la gloria. La historia acelerándose presta bajo nuestros pies. El turgente sabor de la prepotencia. Del abandono, el arte de la supervivencia. Julián no compartía con dichos prohombres e hijodalgos armas, escudo o celada. Tampoco hazañas o jornadas para que la posteridad le considerarse más tarde. Pero el caso era que ahora se le había despertado un instinto similar al de aquellos lejanos héroes, un instinto con el que había aprendido a vivir, dormitando en su interior, sin considerarlo, hasta entonces, necesario para su vida. Y ahora, inquieto, le producía cosquillas en el corazón. Cuando pudo domeñar aquella soledad, se hizo cargo absolutamente de ella, por fin, detrás de su puerta, apareció el vergel de las posibilidades estúpidas que hasta aquel día se había cercenado. Y como conquistador de su vida, cruzó algunos linderos, tomando posesión de nuevas veredas. Muchas veces no somos ni paisanos de nuestros corazones. Aunque tampoco seamos albaceas de nuestros destinos…

foto: Pedro de Alvarado, 1485-1541

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La memoria de Sabines

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Jaime Sabines fue un fumador empedernido que no cesó de hablar del amor, la vida y la muerte.

Conocí su memoria hace varios años, allá por México, en un largo viaje a través del desierto,
muy cerquita de Querétaro.

Siempre he querido publicar algunos versos suyos. Estos de hoy me llenan de desconsuelo.

No sé que habrá tras la muerte, si seremos polvo o estrella, pero quisiera que las despedidas entre los seres amados fueran a lo sumo un hasta mañana, pero no un hasta nunca.

Leedlos y rumiadlos.

…..

Amor mío, mi amor, amor hallado
de pronto en la ostra de la muerte,
quiero comer contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.

Me lo digo, lo dicen en mi cuerpo
los hilos de mi sangre acostumbrada,
lo dice este dolor y mis zapatos
y mi boca y mi almohada.

Te quiero, amor, amor, absurdamente,
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.

Te quiero desde el poste de la esquina,
desde la alfombra de ese cuarto a solas,
en las sábanas tibias de tu cuerpo
donde se duerme un agua de amapolas.

Cabellera del aire desvelado,
río de noche, platanar oscuro,
colmena ciega, amor desenterrado,

voy a seguir tus pasos hacia arriba,
de tus pies a tu muslo y tu costado.

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>Diseño Inteligente

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El viejo Darwin paseaba aquella tarde con la tortuga, que bien sabido por todos, es un animal bastante más longevo que la especie humana. Hablaban descuidadamente. A Darwin le gustaba de aquella tortuga especialmente sus esquivos y lentos devaneos oratorios. Darwin le decía:

Si Dios existiera habría sabido organizar una especie diferente.

Hubo un largo silencio. Los jilgueros brincaban sobre las ramas de un abedul próximo. De improviso, la tortuga le respondió.

-¿Diferente?- sus pesadas mandíbulas construyeron las palabras lentamente.
-Quiero decir más justa; Menos infame y terrible.
-¿Terrible?
-Fíjate en las hormigas: supervivencia pura, siempre sacrificando el interés del individuo. No existe egocentrismo. Son criaturas del planeta.

Llegaron a un acantilado. El sol equinoccial, rudo y exigente se ponía. Darwin se limpió el sudor que resbalaba del cuello de su hermosa camisa de lino.

-Él nos hubiera regalado esta maravilla sin ponerla bajo riesgo- y luego la tortuga concluyó aquel pensamiento, tras otro silencio -:Homo homini lupus.- Fue una frase sin par, larga, como hacía tiempo que no se escuchaba de boca de tortuga.

Darwin reclinó la mirada como confirmando la frase de su amiga y del bolso interior de su chaqueta tomó su libro de Tomás de Aquino para leerlo en voz alta.

De esta guisa, disfrutaron de las palabras del filósofo y sin darse cuenta les llegó la completa oscuridad de la noche.

Los dos ancianos reemprendieron su postrero viaje, de retorno a casa. Sus vidas se extinguían a cada paso que daban, aunque a sus pies, sin percibirlo tan siquiera, nuevas y extravagantes formas prosperaban azarosamente en la veleidad discreta de la existencia.

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>Descuentos

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La semana pasada fue complicadilla en mi vida profesional. Hasta tres veces me negaron. Esperé por puertas que finalmente no se abrieron y busqué palabras que nunca me llegaron.

Los siguientes haikus son el rescoldo de aquellos avatares. Cada uno de ellos encierra una lección aprendida.

*

El tigre dormita ocioso.
Hoy la presa disfruta con
la tregua descontada.

*

‘Quick wins’, ‘Quick wins’!
Arenga el ejecutivo,
atormentado granjero de vanidades.

*

Hubo sumado, amasado dineros
y reconciliado descuadres;
Salvo las ganancias,
no hizo apaño de su vida descontada.

*

El poder del castillo
no reside tanto en el rey
como en las celadas del camino
y sus murallas.

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Como en los patios de vecindad, siempre hay vecinos que tienden a mirar de puertas adentro. Son los vecinos que insistentemente nos exigen ampliar sus terrazas, que dejen colgar su aire acondicionado o piden bajar siempre la cuota, que joder, siempre se paga mucho. Así siempre, pidiendo, pidiendo, pidiendo..

Sé que es mal ejemplo, oigan, no tengo otro.
El otro día viajaba a Lanjarón. Y digan lo que digan no vi frontera alguna. Las montañas ni se enteraban de los colorines y líneas que los políticos trazan en los parlamentos, los olivos se entretejían al norte de Despeñaperros como si na. Por que son olivos y no personas para ver un posible monopolio del aceite de Jaén, por ejemplo. Crecen donde crecen.

Pocas cosas sé, pero esta es una de ellas: el hambre no admite patrias. Yo mismo soy inmigrante. Lloro, penita pena, el despoblamiento de Castilla. Mi madre me dijo que mi casa era aquella que sabría darme de comer. Y sin embargo, pobre Castilla mía, su mesta, sus caminos, sus almenares, qué solitos se nos están quedando.

Pero por otro lado, abro los libros de historia y ¡Dios mío!, que no me atrevo a decir quién tiene más historia, y cuántas arrobas de papel pesan más, si la tuya o la nuestra. ¿No les parece arrogante? Como si la historia pasara gacha por ciertas comarcas, ufana, entretenida en labrar tan solo las diferencias de algunos.

He visto a viejecitos del Bierzo hablando en su particular lengua de valle y sierra de Ancares, mezcolanza y riqueza por si sola: ni gallego, ni leonés, ni nada. Era un todo.

Y para no cansar: Ayer hice mis deberes. He leído el Estatut, disculpen la mención política, ayer escuché a partes y contrapartes y por el momento, oigan, que no me entero. Que me lo expliquen Vds.

Para pasar el rato, leo a Benedetti. Sé que no tiene nada que ver con el asunto (¿o no?), pero mientras nos aclaramos, tenemos un punto de reflexión (o de inflexión). Que bien hace falta.

La nación es una manzana
una roja invitante manzana
y no sabremos quién la morderá

la nación es una corneta
una ronca gastada corneta
y no sabemos quién la sonará

la nación es una langosta
una atlética horrible langosta
y no sabemos quien la matará

Ah, nosotros estamos por la Reforma
o sea ahogar las cornetas en su tinta
y comer las manzanas con su cáscara
e invitar las langostas al té de los domingos

claro que estamos por la Reforma
o -en otras palabras- contra la Reforma
y ya que el prestigioso colega nos recuerda
que el once por ciento de nuestros lactantes
son comunistas y útiles cretinos
nuestro próximos slogan tendría que ser
démosles biberones con arsénico

así estaremos moralmente preparados
para regar con método y tal vez con piedad
la tierra de los hombres de buena voluntad.

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>Lo escuché de un anciano

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Lo escuché de un anciano, ya ciego, apostado en una esquina del Albaycín. Juraba que los moros habían ocultado un tesoro en Granada, puede que en alguna cueva del Sacromonte. Y Olé. Eso debió ser hacer la tira de años, huyendo ellos de Granada, cuando los Santos Reyes Catódicos dilucidaron su segunda hégira.

La historia parecía convincente porque sí no, digo yo, ¿qué hacían todos aquellos turistas paseando calle arriba, cuesta abajo, en chanclas y fotografiando la ciudad? ¿Qué buscaban? Pensé que seguro alguien más sabía lo del tesoro, se había corrido la voz o tal vez aquel vegete había cantado a diestro y siniestro y aquellas gentes, los alucinados turistas, no iban a parar hasta encontrarlo. Había, pues, que darse prisa si yo quería ser su rescatador. Y el viejo hincaba las cuencas de sus ojos, albura de salina y elevaba su mirada hacía el vacío, quien sabe si hacia Generalife, quizás hacia Plaza del Salvador.

Le di unas pocas monedas para que continuará su relato: en realidad, todas aquellas tierras habían pertenecido a los tristes moritos. Nosotros tan solo tuvimos por misión acompañarlas durante su ausencia, hacía ya casi medio milenio. Casi. Y muy pronto vendrían, vencido el arriendo. Como infatigables caseros que fueron, querían las bellezas de Granada restituidas. Todas, hasta aquel particular tesoro, escondido en cualquier recodo de la ciudad.

Borracho de melancolía (era la tarde de mi partida después de un accidentado fin de semana) le creí todo, punto por punto.

Ahora, adormilado en el TALGO y de regreso a Madrid, vagón número dieciséis, repaso las instantáneas que tomé aquellos días por si hubiera mayores pistas. Espero que ningún otro se haya percatado, pero ya tengo recopilada una singular lista. Y no pienso publicarla, so pena que en un descuido se revele el enclave definitivo del tesoro. Lo quiero todo para mi. No le diré nada al anciano, de eso estoy seguro.

En fin. Ciertas o no mis suposiciones, serán excusas para escaparme otro fin de semana. Porque todos los que fueron hacen certera promesa de regresar algún día, tarde o temprano. Eso dice hasta la canción.

Y fíjense, todavía deben quedar soñadores. Aunque muchos nos llamen crédulos. Pero somos más de lo parece, muchos los que visitamos Granada. Siempre para volver.

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