Nunca jamás fui tan feliz #microcuento

Recuerdo que de pequeñajo no entendía que existiese la vejez. No entendía la muerte. No suponía que las cosas tuvieran un fin o un deterioro. Y no era que no supiese que la muerte no existiera. Era mucho más profundo que eso: Era el nido en el que vivía. Ahora que lo pienso, era un polluelo en brazos de su mamá. No obstante y durante mi vida siempre me he sentido un poco como en un barco a la deriva. Las cosas suceden alrededor mío, y las percibo con cierto desapego. Pero miraba a mi padre y lo veía tan fuerte como un tizón. Era como aquel brazo fuerte e inquebrantable. Así pues, los juguetes de mi niñez no fueron muchos más aunque también fueron los suficientes, y residían por completo en mi cabeza. Mi poder. Éste sería yo.

Un niño lleno de preguntas. Un niño que no paraba de construir y que temblaba al entrar en las bibliotecas. De hecho no he vuelto a encontrarme jamás tan feliz yo solo.

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La luz y la espada #microcuento

Luego que se hizo mayor creyó que había dejado de soñar.
Amanecía. El AVE iba rápido, y el horizonte era rojo, rasgado, como si la madrugada se hubiera devorado a sí misma y la sangre se desgranara a jirones. Era la luna que se descolgaba asesina, pensaba al verla a través del vidrio de la ventana, eran la ristra interminable de “blocachos” de ladrillo que yacían plantados y lanzaban sus puñales al abismo. Era la tierra que olía a tierra. Era Madrid. Era un rugido sin voz.

Las cosas pasan porque tienen que ser así. Este es un proceso indomable. Pero era un adulto que seguía siendo niño y justamente era esto lo que le haría invencible. Su cabeza era un cuento de hadas. La imaginación y la sonrisa por espada.

Pensó que tenía mellada su vida y estuvo a punto de abandonar. Estuvo a punto de dejarlo todo, perderse, arruinarse, desvencijarse. Pero no fue así, porque en el vivir fue que llegó la luz y la espada y con ella un calor tan fuerte y tan intenso, un ardor que le sobrevino de su interior, y fue que su corazón se dividió en dos: La aurícula señaló al norte y el ventrículo al sur.

“Sir” Lancelot armado, caballero de la triste figura. Niño por dentro, adulto por fuera y el mundo por montera y todo lo que le haga falta…

 

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My name is Lolita #50años Marilyin

El cabronazo de Mikelow tenía una «blonde» por amiga, una de esas a la que habrías entregado el alma sin pausa. La niña decía cuando se presentaba «my name is Lolita», así, tan cándidamente, y a su alrededor el mundo se paraba. Alguien me contó que habían intentado con ella casi de todo. Finalmente había confesado su edad, aunque nadie le creyó en demasía. Era parte del juego. Entre un mar de tequila reposado y la imposibilidad de su deseo comprendimos la tibieza de Mikelow. Comprendimos que Lolita habría sido nuestra madre, habría sido nuestra amante más exhibida en las cien cuadras del Bronx, pero por nada habría sido nuestra amiga.

Entonces ella se hundía entre los brazos de Mikelow y se escapaban entre las nieblas del río Hudson. Era una mujer-niña, delicada, herida por la vida. Donde los hombres acecharon Lolita ofreció sus heridas y Mikelow sonrió.


 

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Lo sido.

Será que lo perdido se buscaba con ahínco pero se fue, se fue, y quizás ya sea todo un pedazo de barro recocido, un frágil recuerdo como aquella niebla que se levantó un día, y será que cuando miro no me reconozco al espejo, y que por entonces era un simple niño, un infante gordito pero feliz, un pequeño hombre que abría los ojos para entrar en el mundo.

Que era mi padre con la infinita Donna Summer y era el R14 camino del pinar de Antequera en Valladolid. Eran sus cintas que nunca se acababan de escuchar, como aquellos veranos a caballo de mi bicicleta, una Orbea roja. Cuántos caminos dejé, cuántas encrucijadas retorcí.

Daría un mundo por verme por aquel agujero. Jugando a la raqueta con mis hermanos, matando hormigas con un palo, con la mesa y las sillas plegables y mi abuela y mi madre riendo juntas, y yo sentado allí con ellas, pensando que todo era tan perenne que no cabría pozo. Que siempre estaríamos juntos.

Así fueron los veranos de mi niñez.

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La avaricia rompió el saco. Reguero de dichos y contradichos de urgencia…

  1. Ante el vicio de pedir se demuestra la capacidad de apostar.
  2. Dime por qué presumes y te diré qué es lo que mereces.
  3. La muerte abastece lo que la vida favorece.
  4. Sancho, los piojos que entretienes hacen de tus huesos su saco.
  5. La vida es breve porque la verdad tiene esquinas.
  6. Es lo que no tenemos lo que nos invita.
  7. Tuvimos la razón mas ahora no recuerdo dónde ni cuándo.
  8. Es de sabios sentarse. Los tontos se apresuran sin otra.
  9. Te miro al fondo de los ojos… ¿te dije cuánto os quiero?
  10. Granada en mano, los tiempos se equivocan.
  11. A dinero guardado, billetero con veneno.
  12. No soy Dios… pero ¡ah!, cuánto sufro si me equivoco.
  13. A veces la avaricia rompe el saco: Por eso siempre quedan los amigos.

Qué disfruten de ellos…

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TEMPUS FUGIT EST: presentación oficial en Urueña

Estimado amigo,

tengo el placer de invitarte a la presentación de mi colleción de relatos sobre el mundo de la empresa,TEMPUS FUGIT EST, que tendrá lugar el próximo 12 de Mayo, sábado, a las 18 horas, en el “Centro e-LEA Miguel Delibes” de la Villa del Libro de Urueña, provincia de Valladolid.

Muchos esfuerzos y visicitudes han sucedido desde que comencé su escritura y creo que es una gran oportunidad para compartirlos en tu compañía y disfrutar también de este fantástico enclave medieval, Urueña, uno de los lugares más emocionantes y bonitos de visitar de la provincia donde nací.

Dicha presentación será posible gracias a la Diputación de Valladolid, a la cual agradezco enormente su interés en mi proyecto de edición libre. Te espero allí.

¿Cómo llegar desde Madrid a Urueña? Autopista A6, dirección a la Coruña, tomando la desviación a Urueña en el km 211.

Para confirmar tu asistencia, por favor, visita este enlace.

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Tempus Fugit Est en la Villa del Libro de Urueña

Confirmado: El próximo día 12 de Mayo, Sábado, a las 18 horas, presento mi colección de relatos, TEMPUS FUGIT EST, gracias a la mediación de la Diputación de Valladolid, en la Villa de Urueña (www.diputaciondevalladolid.es/villadellibro).

Ahora toca conseguir que éste acto tenga éxito de asistencia. Cumpliré así mi sueño de vallisoletano y llevaré de gira mis letras a la Villa más bonita del mundo.

En breve, las invitaciones oficiales. Una tarde de primavera para el turismo y la literatura a la que os invito.

 

 

 

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Los tiempos de Humboldt (VIII). La gran puta.

Humbdolt tenía una amante, díscola y hormonada. Pero ella le engañaba constantemente sin él saberlo. Y aunque él se creía el dueño de sus piernas (las dos), ella se entregaba con desdén a cualquiera que se lo pidiera. No era un contubernio monetario, que era la praxis de la filosofía del dictador: todos somos útiles hasta el instante mismo que dejamos de serlo.

Ella entonces le besaba y le restregaba con furia su lengua y sus valores. Y respondía mimosa: «Me tendrás justo el tiempo que veas utilidad en mi. Del resto, cariño, me encargo yo misma…»

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Los tiempos de Humboldt (VII). El último Justo.

Humboldt había dictaminado la siguiente ley: «tan solo quedará espacio en este país para un único Justo que seré yo. Los demás harán lo posible, pero ante todo disimularán.»

Esta medida fue grata. Los débiles comprendieron, los fuertes asumieron. El último Justo, esto es, Humboldt, se aseaba y disfrutaba con regocijo.

Nadie necesitaba justificarse y se devoraban los unos a los otros sin tregua.

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