>Con perdón, hoy parece que Dios nos haya dado dos bocas y una oreja.
Cuenta la leyenda que el sabio arremetió con su mirada al pupilo mientras torpemente se agitaba contra el encerado de la Universidad. No paraba de hablar y su cuerpecillo se tambaleaba profusamente al defender una fútil tesis.
– So what ? (¿Y qué?) – le espetó sin esperar otra, el sabio, para por fin callarlo.
El jovencillo se quedó allí temblando, vencido, triste y conmovido por aquella frase inhóspita.
La no palabra era más valiosa para el sabio.
Se imaginan, señores, un mundo en el cual, por cualquier estúpida razón se hiciera el silencio: las radios, los periódicos, hasta las mismísimas conversaciones aburridas y repetidas.
Cuando voy a coger el bus todos los días, el pio pio de los pajarillos me conmueve más que muchos galantes discursos de los hermeneutas. Y disfruto escuchando.
Y pues, demos paso al silencio. Al silencio.