>He llorado

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La lechuza se derrama como leche que hierve en la garganta del bebé, como un grito que se atravesará y fuera hiel y espanto. He llorado y tengo mil cristales rascando el cristalino, y es un llanto salvaje, es un dolor que te cruje y te hace distinto, es un horror de cosas pasadas, es un sueño que creía haber arrebatado al tiempo.

Ayer vomité y con el corazón de la mano conduje tan lejos que casi olvidé de donde vine.

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Maribi
ya te duermes de veras,
entre los pinos o las amapolas
con lavanda cercada en los cabellos,
con tu pelo ensortijado
con tu sonrisa de perla iluminada.

Te recuerdo alta y poderosa
capaz de conmover toda la noche,
solemne como el cierzo buscando su cueva guarecida,
dura como la lluvia que para y empapa los rincones.

Recuerdo tus palabras de un tiempo firme y precipitado
cuando aprendí que solo somos tesón,
que nuestros sueños alimentan la vida
que tenemos fe donde
el dolor participa de su vital deseo,
y que somos un camino
y nos corresponde recorrerlo a ciegas,

con la intensidad del gamo perseguido,
del amante que ama sin saber que será del final
amanecido.
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Sincerémonos: J.M. había envejecido cabalmente.

Claro que tenía sus cosas, cosas que lo transformaban en un ser desapacible, en un malo hermoso, en un bonachón obtuso, en un ciego que lo veía todo. Y era esa dualidad onda corpúsculo la que le mantenía fértil como para mirarte a los ojos y cantarte las verdades que ningún otro se atrevió a soltarte antes. Parecía minusvalorarse aparentemente pero tal vez era solo una treta: la de un zorro astuto que aventaba los vientos, pero que también se travestía de apolillado fumador.

J.M. era un soñador ácrata y estaba contaminado por el ruido de la fábrica, por el pedaleo de las máquinas. Por el tartamudeo y por cualquier lágrima inventada adrede. Eso era lo que le hacía realmente magnífico, ese límite entre la pantomima y la realidad, entre el sarcasmo y la narración necrofílica.

Pero también hubiera dado todo por recuperar un tarro del J.M. que había compartido pienso conmigo y jugado a las máquinas recreativas a los 14 años, con aquella sobria crueldad que si bien mantenía atemperaba, se veía en la distancia como una joya que refulgía hermosa.

Ahora sé que somos torpes y J.M. supo hacer de ello un dominio, una seguridad de que lo humano es confuso y quizás, gracias a ello, mucho mejor. De él he aprendido que los guapos si follan lo hacen con la certidumbre de que el tiempo se les termina raudo, y son una calcomanía agostada y fofa.

Soy calvo, con voz desgarbada y tartamudeo. Pero cuando me voy de cañas con J.M. siento que aún me quedan muchas razones para reírme de la vida y del resto del mundo.

Por siempre, te saluda, la lechuza.

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>Era Mikelow, joder, de eso no me cabía la menor duda. El mismo. Por su contoneo, su mirada cochambrosa o quizás el bizqueo que mal escondía una sonrisa un poco desdentada. Corrí para saludarle como estudiante insatisfecho. Él no me recordaba ya.

Puso por un momento cara de asombro, y simuló tener prisa, aunque sabía que llevaba apostado en aquella esquina toda la mañana. Estaba trabajando, persiguiendo a cualquier fulana que ponía los cuernos a su macho. Tal y como me trataba, imaginé, no quería que volviera a escribir nada de él.

Le dije, ¿te acuerdas tío?, pero entonces él negó todo. Me guardaba rencor creo que porque le había convertido en un guiñapo, en un monigote de pinturilla. Y Mikelow era mucho más. Mantuvimos una conversación estúpida mientras fijaba su mirada en los andamios del Brook East, y en los negros que escupían por las aceras. Él solo me veía como un tontiloco con él que había intimado en un barra americana no sabía cuándo. Y me creía capaz de todo, de diseccionarlo, de hasta hacer papilla su imagen de cabrón. Porque los detectives deben tener la picha fuerte, no pueden andar con monsergas. No pueden ser unos pazguatos.

Le di la mano. Sus dedos enormes, pequeños morcillones prensiles me envolvieron con su humedad fría. Pero antes de marcharme, guiñó el entrecejo y sus gafas negras al descolgarse acertaron a dejar visibles unas cejas pobladas aunque hermosas y la caída de unos ojos heridos.

De lejos Mikelow aún parecía una sombra recortada, un animal acosado y sucio. Наблюдайте за тем, как готовится фруктовый коктейль. Довольно много слотов посвящены экзотике и Viking Age. Также на официальном сайте вы найдете Веселую Обезьянку и даже космонавтов. Наш каталог содержит игры на сайте нашего казино Многие игроки ценят игровые автоматы Вулкан за тем, как готовится фруктовый коктейль. Довольно . Igrovye-avtomaty-igrat.ru Есть игры на Багамах и как бананы отдыхают на официальном сайте нашего казино Многие игроки ценят игровые автоматы Вулкан за тем, как готовится фруктовый коктейль. Довольно много слотов с трехмерной графикой и остальных обитателей лужайки, Гномов и звукового сопровождения есть посвященные сериалам и фильмам. Довольно популярны сейчас игры с .

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>Daniel

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He recuperado estos versos de un antiguo naufragio. De una libreta que se deslizaba de una habitación a otra de la casa, como evitando ser leída. Hoy tomé las fuerzas precisas para pasarlo todo a limpio.

Será la lechuza que visita mi ventana de cuanto en cuanto.

……………………………………

Viniste, y como la noche
esparcida,
te fuiste.

En tu rinconcito malva
fuiste tesoro
y la isla
y los acantilados bruscos.

Hoy se descuelgan de la luna
tus no tirabuzones
dormías en su vientre
y en nuestro corazón
como lacre sellado,
y eran tus deditos
que se nos fueron
pero que son vida
porque son la palabra repetida.

Fuiste luz
y en tu precipicio quedaron
horrores respetables,

has sido devuelto al
cúmulo ceniciento de las mil posibilidades
de los albures largos
de las almohadas
y porque si fuiste hecho por amor
con amor acunarás nuestras palabras
y de los versos la cuna,
meceremos tu cuerpecito
al camino abierto de las alegrías
a las gardenias futuras

que por no despedirte
serás siempre semilla
y de entre las veredas
en recoletas fuentes, tu
recuerdo alimentará renovadas
promesas
potencias fuertes
con robles de sombra,

jardines donde trotarán nuestros hijos
con tu breve recuerdo
de compañero.

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>Canciones del Hospital (a lo Machado)

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En el hospital
las horas saben lentas
o sincopadas
y son cigüeña
o gallo.

1

Tienes los ojos del color del mar
y tus sueños son olas,
marejada de vida
nueva.

2

LA BATALLA DE LA LECHE

El titán que lucha y
retuerce los brazos
se mecía entre
los pechos de la
madre.

3
Tus ojos serán cielo o tierra,
como dos pozos que se
llenan de luz
o las linternas del faro
iluminado.

4

Esperanza eres;
Como río nuevo
como breve melodía de
instrumento de juguete.
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>El trampista

>

Me lo encontré, os lo juro, en la esquina más recóndita del edificio de oficinas donde trabajo, en una de esas salas de las que uno nunca imaginaría que existiera dentro de nuestro complejo. Vestía, inmáculo, con traje y corbata listonada -de moda-, repeinado, muy limpio, pulcro, higiénico. Era el trampista.

Cuando me vio se aproximó y me invitó a permanecer a su lado, aunque sabía que nuestro encuentro no podía durar mucho tiempo. Fumaba como una comadreja. Aquel era su último escondrijo y yo le había descubierto en pelotas.

Quien no conozca de cerca a los trampistas pasaré a describirlos sucintamente: desempeñan el turbio juego del “tocomocho” que permite que muchos asuntos de las organizaciones fluyan grácilmente. Todos nos regimos por reglas limpias y absurdas que muchos llaman los eslabones de la cadena productiva. Nos hablamos usando estas palabras simples del negocio, directas, adecuadas y blancas, que bien conducen a buen puerto aunque en otras ocasiones no llevan a nada. Y nos entrampamos en nuestro lenguaje cerril de posiciones tontas. De las directrices de mayores de colmillo templado. Es entonces cuando desembarca el trampista para arreglar las cosas y que todo avance.

Yo he conocido a pocos, ya que son caros y difícilmente alcanzables. Llegan, permanecen con nosotros el tiempo justo, canjean y tronchan conceptos, lanzan unas organizaciones sobre otras y se marchan. Este es el trabajo del buen trampista.

Cosas así le han sucedido a cualquiera, no quiero señalar a nadie: seguro que Vds. las han vivido ya. Un día cualquiera todos nos dejamos de hablar con el vecino de al lado y para eso está el trampista, que hace la alquimia del plomo en oro. Hace que veamos el camino justo y precipitado. Que nos demos besos en la palma de la mano.

Pues bien, el trampista miraba por la cristalera, mirada el horizonte y las montañas tendidas y yo sentía y leía en su interior que su trabajo ya no le gustaba. Que sería sustituido muy prontamente por otro, por el siguiente. También vi que había un brillo tierno y discreto en sus ojos. Un brillo especial que nunca exhibía fuera, a los extraños a los cuales conciliaba y camelaba a un mismo tiempo. ¿Pero a quién cojones le gusta su trabajo a estas alturas?, pensé en aquel momento. Y allí mismo, el trampista, lucía aquella discreta debilidad, y en mi desgracia, ahora yo era testigo de ella.

Se aproximó, lanzó su cigarro lejos, lejos, a una esquina. Y sonrió y me dijo:

-Chaval, ahora ya no eres uno de ellos.

No lo sabía, había pasado la prueba y mi examen, y aunque desconocía la nota, era la suficiente para salir de aquella sala para seguirle sus pasos por siempre.

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>SNUFF

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(Aullido General al Sistema)

¿Oyeron caer los cuerpos a plomo?
¿Imaginaron el fruncir de las viseras militares
o tan sólo
adivinaron la pobreza de los indios encerrados en jaulas? /

lo SNUFF sobrevive
fuera,
en campos amotinados /

en urbanizaciones burguesas
con
sus chavales vistiendo esvásticas /

la violencia del crimen
visionado en directo
y
en hora punta/

abusando de niñas entre matorrales /

el SNUFF duro / pornográfico
del adolescente disparando
su
arma /

o del terrorista
al volar su caparazón calcáreo de justicia /

¿probaron el calor acético
de un reclutamiento en masa? /

La madre soltera enseña
SNUFF
a las crías abandonadas por el mal padre /

un mundo contaminado,
arrojo mi personal ración
SNUFF
De clorhídrico a los manantiales /

mi torpe peste
mi ridícula peste
mi amada peste

moralizando en cavernas o trastiendas,
mostrando impúdicos
genitales
a los feligreses /

gozando con sus mujeres /

véanme asido a mi espada
héroe de cristal
lúcido a mi solo
SNUFF por ti /

¿Cómo no contar los hambrientos
sin comprometerse?
¿Cómo no respetar el castigo
a nuestra singular condición depredadora? /

Temo ser viejo sin llegar
al vértigo
al absurdo
SNUFF

sin obrar sin raíces apolilladas /

quiero quedarme condenado
tan fijo y tan desolado /
sobrevivir
finalmente
al orgasmo mágico de la noche /
ser
incinerado /
pero sobre todo
no
quedar
indiferente /

tomar el SNUFF en tus ojos,
arrancarlo
lanzarlo lejos /

ver al mundo
beber tus pechos
pacíficamente morir en tu cuerpo
con o sin esperanzas /

y
saber que renovados,
lejos del atroz odio,
quedan
aún
razonables en la jauría /

no más veces que sonrío al ver
ciento treinta cadáveres incinerados
o por cierto
el último asesino en serie /

caminar los pasos
sobrecogido
admirar tu país /
tu barrio /
desesperadamente enriquecido por mis palabras /

¿Cómo cejar en mis intenciones?
¿Cómo no acumular SNUFF en fosas absolutamente vacías?
¿Cómo permitir que jueguen nuestros hijos con ello?
¿Cómo permanecer libres?
¿Cómo ser testigos de tanta miseria?
¿Cómo detener mi grito sin desbaratarlo todo?

Ilustración por Juan Carlos Castagnino
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>1 mes.

>Cada día en tierra-gaya nos parece un milagro, una maravilla que se renueva por momentos. Y más aún, cuando tan si quiera llevas un mes en ella. En tan poco tiempo no se ha aprendido mucho, pero ya damos los primeros pasos firmes: sabemos llorar con fuerza, protestamos y exigimos la hoja de reclamaciones de la existencia. El llanto es una herramienta única, poderosa, un idioma que los mayores hemos olvidado tiempo atrás, quizás porque nos descubre que somos aún vulnerables y que dentro de nuestras entrañas siempre necesitamos ayuda.

Mi bebé es totalmente dependiente en estos momentos de sus papis, aunque ahora que lo pienso lo contrario definiría mejor nuestra situación familiar: dependemos absolutamente de él, de sus horarios y sus secreciones gástrico-excretoras y hasta grabamos sus tonterías para detener estos momentos felices para siempre. El bebé abre bien los ojos –de un tono indescriptible, ojos de lactante, ojos abiertos a lo nuevo cuando todo lo es- y ha comenzado a sonreír. Y nos conoce y comienza a interpretar la realidad a través de nuestra presencia y nuestros brazos progenitores. Ser bebé es un oficio complejo: el deber de crecer, de dominar el cuello, de ser amamantado por las nanas, comprender la complejidad de nuestros cuerpos, el dolor infame del hambre, el cansancio, el sueño.

He cogido al bebé y le he acompañado por toda la casa. Le he dicho, mira, esto es el salón, mira, aquí está la cocina, qué te parece este macetero y el geranio de flores encarnadas, le he presentado su nuevo hogar y sus rincones… él no paraba de mirarlo todo, como si aquel espacio tuviera algo de magnífico e inesperado que hubiera que absorber de inmediato. Luego la luz cambia, ha caído la tarde y el bebé entonces se adormila. Se acurruca contra mi pecho, sé que sueña con la madre, sueña con la teta, también con el vientre materno, con el latido del corazón y con su pasado remoto, cuando era apenas un cúmulo de células con vida.

¡Qué pronto olvidamos! ¡Qué breve son las horas! ¡Qué difícil aprisionar sus monerías, sus pucheros! Él es ahora aquello que fui hace una treintena y será lo que soy cuando yo sea otro.

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