Creo que me estoy habituando a estos proverbios chinos con esto de la crisis y del confinamiento. Hoy he visto uno que dice “Si eres paciente en un momento de ira, escaparás a cien días de tristeza”.
Son momentos de paciencia, de responsabilidad. En este primer fin de semana hemos vivido una especie de tobogán, una huida colectiva, una suerte de sorpresa y de apertura de constantes puertas que nos asustan. Unas detrás de otras, vemos que se abren y que la salida del laberinto permanece todavía lejos. A diferencia de las muchas distopías que leemos, esas que los escritorcillos construimos en nuestras narraciones de ciencia ficción, esta realidad, la nuestra, la que existe, martillea con sentido común: evita acudir en masa para desabastecer los supermercados, construye aislamiento social de manera responsable… ¡no viajes a la playa como si esto fuera un fin de semana que nos tocará circunstancialmente!
En mi casa, cuando miro por la ventana todo me parece igual. El mismo micropaisaje de la semana pasada. Los mismos pájaros que se posan en las antenas y que despiden el invierno. Las bandadas que emigran al sur. Alguna cigüeña camino de su nido. Pero ahora, un poco más lejos y fuera, la naturaleza llama, florece, las hojas se despiertan y nacen. Los campos de un verde intenso con sus florecillas meciéndose.
Y lo más hermoso y lo que más me reconforta es pensar que aquello, aquella belleza permanecerá; que el mundo se acicala con la próxima primavera… para que cuando todo esto termine y cuando salgamos del encierro… podamos admirarlo.