#JavierKrahesefue #Lamuertenomellenadetristeza

«Porque dudo que al final de este asunto la cosa no se acabe con un punto… sino con un punto y coma, y no espero ni un cielo ni un infierno.»

Javier Krahe solía pasear Castellana arriba, muy cerca de Colón, y solía vérsele mesándose sus barbas con diligencia y repasar en silencio los pasos contraídos de los que por allí circulamos con prisa.

Javier Krahe solía repasar los garitos de Chueca mientras silbaba sus cancioncillas.

Javier Krahe se tomaba unos churros por Moratalaz y sonreía a los camareros todas las mañanas.

Javier Krahe solía visitar Malasaña porque allí, pensaba, se cocinaba el principio de muchas cosas.

Javier Krahe levantaba las faldas de las turistas americanas que pasean por Cibeles.

Javier Krahe hacía pellas a sus obligaciones y tocaba la guitarra por el jardín tropical de Atocha.

Javier Krahe quería ser inmigrante, de esos que viven en Puente de Vallecas o que luchan por llegar a fin de mes en Usera.

Javier Krahe escribía su historia mientras soñaba con ser el mismo.

Javier Krahe soñaba seguir siendo músico hasta que no le quedara otro tiempo.

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