1966 y 2016. 50 años es el suspiro del diablo #Eltiempoquenopasa

Pero si diéramos marcha atrás, en 1966, recordaríamos que el 3 de enero tuvo lugar la primera prueba de LSD en California. Y el mundo flipo, como aún creo que continúa haciéndolo… Vale, es cierto que poco después, concretamente el 17 de enero, 2 aviones cargados con bombas de plutonio colisionaron en vuelo sobre Palomares y sus alrededores tras volver de una presunta ronda amenazante a la URSS… ¿y digo, tuvo algo que ver en aquello la nueva sustancia? Lo cierto es que habría que esperarse hasta el 17 de marzo hasta que el submarino Alvin encontrara una de las bombas, la caída al mar. Por suerte para aquellos aviones y para nosotros, la guerra entre superpotencias se libraba en serio en las estrellas y con otros fines más ambiciosos.

El 3 de febrero la primera nave soviética realiza su aterrizaje en la luna. Le seguiría el Surveyor 1, éste sí americano, que aterrizaría suavemente en el océano Procellarum el 2 de junio. Solo siete días después la Real Academia Española de la Lengua aceptó la palabra «alunizar». Es cierto, muchas veces me confundo y cuando quiero decir «alunizar» digo «alucinar». No creo que sea por el efecto de las drogas, ya que no ingiero nada de nada salvo cafeína; si bien pocas cosas nos explican que el 24 de febrero se tomará la siguiente foto. El hombre fue arrastrado hasta morir. Era la brutalidad de Vietnam.

El 29 de abril el total de fuerzas americanas sumaron allí 250.000 almas.

Para contrarrestar aquel horror, El 21 de abril, en Houston, se instaló en el pecho de Marcel DeRudder el primer corazón artificial. Nunca recuperó la consciencia y murió cinco días después. Pero algo es algo. ¿Qué pensaría al dormirse sin despertar jamás?

En este sentido el 14 de junio Pablo VI anuncia el fin del Index Librorum Prohibitum. Creo que una gran lista de científicos y pensadores se alegraron, es especial aquellos que fueron quemados por siglos. Y como si el destino tejiera equilibrios salvajes, del 1 al 10 de agosto, el Partido Comunista y Mao Zedong anunciarían oficialmente la Revolución Cultural con las consecuencias que todos sabemos. Un juego de suma cero. Las gallinas que entran por las que salen.

Quiero pensar que el 5 de agosto Martin Luther King, herido con una piedra durante una marcha por los derechos de los negros, pensara un instante en los pequeños cuerpos asiáticos, sometidos al nuevo adiestramiento cultural. Quizás Pablo VI tuviera algo más que decir sobre esto, aunque lo cierto era que debió prestar más a atención a John Lennon, que afirmaba que los Beatles eran más populares que Jesús, lo cual, quizás si polémico, era en parte cierto. Es más, John dijo durante la gira por USA: “En nuestra gira nos traían ciegos, lisiados y niños deformes en nuestras habitaciones y la mamá de un niño decía -vamos, bésalo posiblemente hagas que recupere la vista-. Nosotros no somos crueles. Habíamos visto demasiada tragedia en Merseyside pero cuando una madre grita, solo tócalo y posiblemente vuelva a caminar, queríamos correr, llorar y vaciar nuestros bolsillos.”. Por suerte Jesús accionó la palanca del destino e hizo lo justo: el 29 de agosto The Beatles tocarían su último concierto en el Candlestick de California. No hubo más. Castigo divino que no Divino Castigo.

También el destino jugo su papel a la hora de inmortalizar la fama: El 15 de diciembre muere Walt Disney de cáncer de pulmón a los 65. Todos sabemos que decidió ser criogenizado, para que algo más que sus dibujos se nos preservara. Y eso es cierto, no fue su fin, y aún seguimos viendo sus producciones con emoción. Otras cosas sucedieron pero tampoco terminaron: El 20 de diciembre tiene lugar la última de las detonaciones atómicas en ese año para USA. A 100Km de las Vegas. Fue la explosión 491 de las 1131 que realizaría hasta 1992. Quedaron muchas más después. Y aún quedan muchas más, esto sí, hibernando, en los silos y arsenales nucleares. No tenemos claro si podremos resucitar a Walt Disney o antes detonarán todas esas bombas para llevarse nuestro mundo por delante.

Esto sucedió en el 1966. Pero no he confundido mi reloj, que es ahora 2016. Como si fuera un hoy-retrospectivo al reflexionar sé que puedo trazar líneas, líneas tan rectas entre ambos años, que me bastaría cambiar algún nombre y el tiempo actual se nos quedaría absurdamente reconocible.

Todo cambia en 50 años, si bien no es tiempo suficiente para que nuestra esencia se permee. Es un suspiro para el diablo.

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