Ella tenía el corazón sistemáticamente roto #viejosamoresdeFHR

Ella tenía el corazón sistemáticamente roto. Había sido amarrada al fondo del océano y desde allí nos contemplaba con los ojos abiertos. Era una mujer ahogada en vida, y sin embargo yo aún la contemplaba con mis ojos de niño enamorado. Todavía guardo los poemas que le fabriqué en mi torpe adolescencia, los primeros versos que me nacieron a torrentes y que ella nunca leyó. Eso lo fue todo.

Hay momentos donde el tiempo se retuerce. No importa pero sobrevive una herida que llevas en la cara y que muchos confunden con esquirlas de una batalla que no fue. Era morena, delgada, qué sé yo… pero siempre quedarán un par de paseos por el río y quizás el saber que hubo un hilo tan sutil que se quedó adherido finalmente a nuestra niñez: son los restos que adoramos.

Sé que cuanto crecimos se lo debemos en parte a esos momentos. Ahora ella nos mira desde su tiempo sin tiempo, y conjuraría las fuerzas por saber que su felicidad tiene un destino. Y que la muerte se la llevará con su deseo realizado y que habrá podido finalmente reunirse con sus hijos.

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#Cautfield #Kafka #Toole #FHR_maldito

Lo mejor de ser escritor maldito era eso, que justamente la gente evitaba asociarte al éxito. Porque no iba contigo. Así evitabas mantener ese rollito tipo J.D. Caufield, eso de que te forraste con tu primera y única novela (el guardián del centeno) y ahora te has retirado y escribes únicamente por darte gusto. ¡Y una mierda! Es pura, mísera e infame impostura…

Aunque en realidad yo tampoco escribía. Esa era mi particular falsedad y esta vez conmigo mismo porque a nadie le importaba un bledo lo que me sucediera. Estaba demasiado ocupado trabajando, destruyendo mi vida, huyendo de mi vacuidad, de mi necesidad por adelantar el tiempo, por no pensar, por hundirme en el todo-nada. Me esforzaba de veras en ser hormiga y abandonar el camino del elefante.

He de decirles que es fácil malvender un imperio pero es complicado hacerlo rematadamente mal. Y aquí me tienen, clavado en el chiringuito de la playa, sirviendo atropelladamente a los turistas, siendo observado por un tropel de chicuelos que ven a un tipo calvo y gordinflón que no sabe ofrecerles ni un bocadillo de calamares en condiciones.

Lo que no saben es que soy un autor maldito. Que se jodan.

Mi nombre es FHR. Quise ser escritor pero todo fue rematadamente mal y ahora mi único fin es ver el sol desplazarse por el horizonte en un chiringuito.

Tengo miles de poemas incrustados en mi mente que redacto atropelladamente sobre las tetas de las turistas a quien no pienso ver más. Guardo diez novelas manuscritas y pienso atizarlas al fuego a las primeras de cambio. Converso a hurtadillas con J. K. Toole y le dedico mis oraciones perversas. Conjuro a Kafka para que retorne de los muertos y vengue su memoria.

Quiero ser un monje cartujo para que mi silencio sea impenetrable y finalice este oficio cruel insatisfecho.

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El canje de los 42 años #MungoJerry #wassigningmydead

En realidad quise decir que yo cumplía 42 tacos y eso, bueno, pues que ya no era un chaval para tontear y que no cabrían más motivos ni otras esperanzas o una segunda oportunidad en mi vida para… bueno… pues quise mirarla a los ojos, esos ojos tan profundos y negros, pozos para escapar del verano, pozos para vencerse, vengarse de la vida, huir, remontar un río y despeñarse. Era cierto todo esto, y créanme todo a un mismo tiempo. Entonces miré su vestido negro, breve y sensual, las transparencias, su escote, miré sus manos huesudas y albas, sus labios abiertos que mascullaban un “te espero” pero al reclinarme a su prolijo reclamo a duras penas pude terminar una frase porque no recuerdo otra cosa. Entonces se hizo el silencio salvo por un rumor, algo así como un golpeo de tambor, una oquedad en mi cabeza, como si hubiera una “otredad” que me empujara fuera de mí. Así sucedió mi muerte.
Todos tenemos mejores tiempos por llegar pero los míos terminaron aquel preciso día, llamémosle el canje de los 42 cuando mi vida finalizó de una puñetera vez. Nací en verano, fui cáncer, y en un tórrido e infernal día celebrando mi cumpleaños las espiché como si el soniquete de Mungo Jerry hubiera llegado a su fin. El corazón se me paró, e igualmente que perdí el amor, la vida se me arrancó a cuajo. Ella vino, quiero decir la puñetera parva y me enseñó que su corazón deseado no espera y supe que la mejor forma de alcanzarlo era haciendo el justo canje.
Caí sobre la acera, recuerdo las voces alrededor mío, recuerdo quizás el perfume de quienes luchaban por socorrer mi alma, las manos ansiosas que sobeteaban mi pecho, lo masajeaban y golpeaban a ritmo de Summer Time. No era soul, pop, rock ni nada que se le pareciese, no era el gorgoteo de la música, era el alucinado aterrizaje al más allá con su trasiego.
Cuando uno se muere ya nada importa. No hay más. Todos vamos a la tierra a podrirnos o somos incinerados y entonces formamos el eterno baile de los muertos, el baile de los que pronto se olvidan salvo por las fotografías, pero que si breve fueron nuestros recuerdos, en mi caso fueron 42 años, también fueron fatigosos para quienes nos soportaron y que ahora lloran con desconsuelo, el baile del pavo parvo.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, dona eis requiem.

 

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#JavierKrahesefue #Lamuertenomellenadetristeza

«Porque dudo que al final de este asunto la cosa no se acabe con un punto… sino con un punto y coma, y no espero ni un cielo ni un infierno.»

Javier Krahe solía pasear Castellana arriba, muy cerca de Colón, y solía vérsele mesándose sus barbas con diligencia y repasar en silencio los pasos contraídos de los que por allí circulamos con prisa.

Javier Krahe solía repasar los garitos de Chueca mientras silbaba sus cancioncillas.

Javier Krahe se tomaba unos churros por Moratalaz y sonreía a los camareros todas las mañanas.

Javier Krahe solía visitar Malasaña porque allí, pensaba, se cocinaba el principio de muchas cosas.

Javier Krahe levantaba las faldas de las turistas americanas que pasean por Cibeles.

Javier Krahe hacía pellas a sus obligaciones y tocaba la guitarra por el jardín tropical de Atocha.

Javier Krahe quería ser inmigrante, de esos que viven en Puente de Vallecas o que luchan por llegar a fin de mes en Usera.

Javier Krahe escribía su historia mientras soñaba con ser el mismo.

Javier Krahe soñaba seguir siendo músico hasta que no le quedara otro tiempo.

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What Ingrid never said to Sam #Casablanca

Meanwhile she was claiming “Play it Sam, for old time’s sake…” something was changed inside her:

-It’s been a long time. I mean long because of the rivers crossing over, but also because of Rick’s lack…. Sing that song Sam, and maybe we might conjure those last gravities and sorrows. In Casablanca, wind is so cold that nights look frozen being alone. Ice then covers deserts, and caravans must travel far way with no hope. Be a liar… but remember this.

That exactly is the missing point from the plot.

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#Godisaconcept bywhichwemeasure #ourpain

«God is a concept

By which we measure

Our pain» (Lennon)

 

La religión es como plantar césped y esperar que la hierba nos siegue los pies.

Como cerrar los ojos y que Dios venga y nos arrastre a su palacio de cristal, y que nos vista y nos regale una tierra prometida y también una Resurrección perpetua. Todo a cambio de su obediencia.

La fe mueve ríos, derriba murallas, hace guerras y proclama reyes. Y todo esto sucede en el país de los vivos. Mientras, nadie sabe preguntar a los muertos, que guardan silencio.

En mi interior el mundo se mueve sin rumbo y al cerrar los ojos, viajo sin fin para encontrarme, para domesticar una razón que persiga a Dios.

Mi dolor es diariamente fiscalizado por Él.

Si me muero, no busquéis en los rincones. Si tengo alma, y ésta sobrevive, será un pedazo de cielo. Cuando finalmente desaparezca el último recuerdo de mí, retornaré al lugar del cual salí hace 40 años.

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#FridaKahlo o el poder de lo fuerte-débil

Me imagino el dolor de Frida Kahlo como una manta apegada a la piel. Una manta que te diera el justo calor para que no fenecieras y siguieras temblequeando, pero que sin embargo impedía que pudieras huir con vida si así lo pretendías.

Este es el dolor-horror-cárcel que laceró la mirada de sus retratos. Fue una mujer tan hermosa, tan fiel… Pero en aquella cama donde todo su cuerpo se estremecía y se retorcía y bullía y se conmovía, la muerte acechaba y ella solo podía hacer nada… salvo pintar.

Lo fuerte-débil, el oxímoron fue el motor de su existencia; como el de otros muchos.

Pero lo heroico de ella es saber que pudo finalmente soportar la carga. Mantuvo el rumbo, hasta el final.

 

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Humboldt o el #dictatoraustero

Y a pesar de todo Humboldt no era sino un tirano austero. Pensaba que el poder debiera ser paladeado con tiento y tino. Lo otro era fácil. Era fácil acostumbrarse al vehículo oficial y gritar y gritar cuando no se te hace caso para conseguir todo lo que quieres. Lo complejo es seducir porque sabes que las cosas no suceden automáticamente.

-El dictador perfecto te dominaría, te asfixiaría, te sodomizaría con una sonrisa entre sus dientes –me decía mientras esgrimía su famosa sonrisa de sádico.

Era muy fácil amar a Humboldt porque todo lo contrario significaba estar muerto. No quedaba otra. En su señorío había muchos cadáveres con patas que sin embargo aún se movían. Humboldt no les mataba, no les eliminaba, les utilizaba tal como si fuese un campo de concentración en vida. Eran sus penados, sus obreros, la masa especializada.

Recuerdo de los tiempos de Humboldt cuando el tirano se asomaba al balcón. Yo detrás no dejaba nunca de temblar. Tal era su poderío. El hijo puta de Humboldt seducía y jodía a un mismo tiempo. Se descolgaba sobre la multitud, extendía los brazos y sollozaba:

-¡Os amo!

Muchas veces me sorprendía al improvisar párrafos enteros del discurso que le llevaba escrito. Mi trabajo era de guionista… pero aquel guiñol mío había decidido arrojar a la basura mi trabajo. ¿Cómo sino iba a dejarse llevar por los faroles e imposturas de mi relato?

Y muy a pesar de todo, admiraba al tipo. Porque sobre todo vivía entregado por y para su causa, fuera esta una causa pérfida por autocrática. Y la austeridad lo hacía levantarse al alba y abandonar su dormitorio para encerrarse en el salón de juntas. No quería dinero, no quería joyas, riquezas, mujeres. Habría conseguido aquello si tan solo remotamente lo hubiera deseado. Era austero porque los adornos le sobraban. Los emperifolles, el maquillaje le despistaría de su objetivo último: nuestros corazones.

Yo sabía y él sabía que yo sabía. Pero nadie más estaba al corriente. Aceptaba los obsequios y los entregaba luego a los perros. Organizaba banquetes para no asistir por cualquier excusa inesperada. La riqueza era su arma para hacer sumisos a los que le rodeaban. Las medallas le sobraban. Las pintaba o las borraba a la más pura necesidad.

Todos sus enemigos creían ver en él a un tirano gordo y zampón. Él no era así.

Fundamentalmente era una alimaña.

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El palacio de justicia

La prisión y palacio de justicia del condado tenía dos puertas. La mayor de ellas, una hermosa puerta enrejada, permanecía cerrada no se conocía desde hacía cuándo. Así que el acceso se realizaba habitualmente desde la otra, mucho más pequeña, apenas una puerta de madera de nogal macizo; si bien en sus tiempos debió ser hermosa, hoy se había degradado a fuerza del tránsito constante de los carros con las avituallas de la prisión, los familiares de los presos y cualquier otro que saliera o entrase del lugar, y a primera vista ofrecía un aspecto lóbrego, repugnante y a todas luces, impropio de un edificio público.

No obstante, todo aquel que quisiera acercarse y pedir justicia a Humboldt debería primeramente cruzar por aquel lugar.

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